30 de agosto de 2006

Erice y Kiarostami: cineastas solitarios

La correspondencia fílmica que iniciaron hace un año estos dos cineastas lleva camino de convertirse en una joya del cine actual. Aunque no ha hecho más que empezar, puede verse ya en algunos sitios, lo cual es quizá un poco precipitado.
No cuentan en ninguna parte cómo empezó todo, pero viendo estas cinco piezas uno puedo imaginarlo: se pusieron de acuerdo en intercambiar una pequeña película, y en tirar de ese hilo. Empezar no debió resultarles fácil. Cuenta Kiarostami en su primera pieza que escribió varias antes de dar una por buena y mandársela a Erice. Por su lado, Erice, puede que también algo descolocado al principio, rescata para empezar un instante de su pasado, las huellas no borradas de algo que ocurrió hace 15 años, el rodaje de El sol del membrillo. A partir de esas dos piezas comienza el jugoso intercambio, un juego muy serio, en el que cada uno responde a la carta recibida. Cada cineasta, en estas pequeñas piezas casi caseras, recurre a sus obsesiones de siempre, las que han formado su estilo, y deja en ellas su huella con tanta facilidad como una planta esparce sus semillas en primavera.
Esperemos que el éxito de estas primeras exhibiciones no les detengan; seguramente un cineasta sólo necesita eso, un espectador (basta con uno) verdaderamente cómplice, dispuesto a responderle.